Ir al Sitio Oficial del Festival Internacional de Jazz de Punta del Este.

La Nación, 8 de enero de 2000 | Publicado en edición impresa
El show veranea en la costa
Encuentro cumbre del jazz en Punta
La Nación reunió al Dream Team de músicos que, noche tras noche, amenizan el festival más importante de América latina.

Por César Pradines
Enviado especial de La Nación


PUNTA DEL ESTE.- Foto de familia. El enorme ascendente de Paquito D´Rivera sobre sus colegas logró reunir a esta suerte de Dream Team jazzístico. Poco dados a este tipo de encuentros, los músicos se mostraron gratamente sorprendidos por la iniciativa.

"Un diario argentino los quiere a todos juntos." ¿Para qué?, preguntaron. Para la foto y una charla en la Casa de los Músicos, el backstage donde esperan por las noches la hora de tocar. Pues bien, la foto logró reunir al quinteto del saxo alto Phil Woods (hombre reservado si los hay) con Michael Brecker y sus músicos, y a Terence Blanchard. También Terri Lyne Carrington, Paquito D´Rivera, Osvaldo Fattoruso, Federico Righi y los argentinos Diego Urcola, Darío Eskenazi y Oscar Feldman. Antes de que comenzaran los primeros flashes, Brecker invita al organizador, Francisco Yobino , a posar para la posteridad junto a ellos.

El clima es excelente, como una prolongación de lo que sucede cada noche en el escenario.

Cuestión de edad

Como en toda familia, hay quienes se entienden mejor con unos que con otros. Así, el encuentro gestado por La Nación permitió descubrir algo más del mundo del jazz. Por ejemplo, las edades tienen peso; la camada joven de Nueva York, concretamente los músicos que trajo Blanchard -David Pulphus, Brice Winston, Eric Harland, Edward Simon y Aaron Fletcher-, tiene mejor disposición de diálogo con el grupo de Brecker -Calderazzo, Genus y Watts- que con los músicos de Phil Woods, mayores y algo distantes.

Personalidades e interpretaciones. Por ejemplo, Woods es muy parco, deja todo en manos de su esposa, Jill. Hasta las entrevistas, si pudiese. Su mujer tiene la capacidad de convencerlo de casi todo.

Brecker es un ser tranquilo, amable, una bella persona que sobre el escenario se vuelve vehemente, apasionado. Tomó el asunto de la foto como parte de su trabajo. "Quiero terminar pronto, pues tengo mi sound check (prueba de sonido). Todo lo que tengo es mi sonido, cómo no voy a cuidar la prueba", y ahí se plantó.

Casi todos se conocen. Y por las noches, en esas exquisitas veladas del Jazz Cooking, esto es evidente, pues en ese pequeño escenario se entienden de manera espontánea. Una sintonía permanente une a estos artistas que están en Punta del Este. "Nos conocemos hace años", dicen algunos del grupo de Blanchard. Muchos ya tocaban juntos desde la edad escolar, en las big bands de los high school .

Aquí hay una evidente hermandad que nada tiene de impostada. "Tenemos un contacto permanente. Los festivales nos permiten vernos continuamente. No perdemos el contacto entre nosotros", dice Jeff Watts, uno de los bateristas que hoy encabezan cualquier ranking de jazz. Una de las noches subió a tocar en el Jazz Cooking y tapó a todos con un sonido potente y ese estilo llamativamente provocador; sus tambores suenan misteriosos.

Ahí están hablando Gilmore (Woods) y Genus (Brecker), dos contrabajistas que comparten una obsesión, su instrumento. En efecto, nadie como ellos para vigilar la llegada o partida del mayor instrumento móvil sobre la Tierra. Para quienes conocen este paño, esa relación contrabajo-hombre es freudiana. "Todos esperan a que llegue al hotel para sacarlo del estuche y llevárselo al cuarto." Un comedido compara este asunto con el de mandar a la esposa en la bodega del avión: "Imagínese, cuando la traen al hotel, yo también la haría subir a la habitación para disculparme..."

Leny Andrade llega tarde y lamenta su ausencia en la foto. "Me dijeron que era ahora", pero no habrá revancha, ni otras fotos: el grupo se había dispersado para siempre. Esta cantante carioca es mimada constantemente por los músicos. "Tiene una vibración sana que todos queremos compartir", dice Paquito.

Este excelente músico cubano (que se propone como columnista musical para el diario) logró, sobre la base de bromas, crear un clima festivo en hombres parcos. Tiene carisma y un ascendente importante entre sus pares. Su participación colaboró fuertemente para que el festival tuviese los niveles que tiene.

Por último, alguien cuenta que un gallito llega a su gallinero recién salido de Bercklee y espera su turno en la verja. Cuando le llega la oportunidad de cantar, hace una frase de scat, típicamente gillespiana, pero el sol no sale, las gallinas no ponen huevos y los hombres no salen a trabajar. Así, un intento y otro y nada pasa. Sube entonces al techo del gallinero un gallo veterano y grita: kikirikiii. Entonces, el sol sale, las gallinas ponen huevos y los hombres parten a su trabajo. Cuando baja del techo le dice al gallito: "Primero hay que saber cantar los standards". Todo es risas para la ocurrencia.

El tambo respira arte durante estos días y es este grupo de músicos el que se encarga de llevar adelante una de las más preciosas historias: la del jazz.

 

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