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La Nación, Lunes 10 de enero de 2005 | Publicado en edición impresa | Noticias de Espectáculos
Lapataia: Festival Internacional de Jazz
Música sin fronteras frente al mar
El encuentro demuestra la variedad estilística del género

Por César Pradines
Para LA NACION
  Música sin fronteras frente al mar
  Francisco Fattoruso y su bajo de cinco cuerdas deslumbraron al público Foto: Andrea Knight

PUNTA DEL ESTE.– Anteayer hubo una doble jornada de presentaciones en el Festival Internacional de Jazz de Lapataia. En efecto, la benéfica tormenta del viernes por la tarde en este balneario determinó que se pasase para la mañana siguiente el segundo día de esta interesante convocatoria. Así las cosas, se presentaron con luz natural tres propuestas argentinas: el cuarteto del bajista Marcelo Torres, los Swing Timers y Roxana Amed Quinteto. Un tramo de marcada variedad estilística que, ante un reducido y madrugador auditorio, dejó la sensación del amplio horizonte musical que tiene Buenos Aires.

En verdad, como ningún otro encuentro, esta décima edición se ha sacudido todo aire de clasicismo para que en su escenario se desarrolle una historia que demuestra la permeabilidad de fronteras estilísticas por la que atraviesa hoy el arte de la música en América latina. Como un reservorio de creatividad y frescura, la región muestra cada noche en Lapataia que la reunión de influencias va diluyendo cerrazones estilísticas. A lo sumo, hubo alguna presentación en la que el espíritu de la tradición fue revalorizado con altura.

Proyecto Torres, con Abel Rogantini en piano y Juan Manuel Alfaro en saxos y Diego Alejandro en batería, trajo su propuesta de fusión, en la que abundaron los solos y un puñado de composiciones desarrolladas sobre un esquema melódico moderno. Sobresalió en este grupo el pianista, un músico de notable madurez, con una clara influencia tanguera en su articulación y una sólida prestancia rítmica.

Luego, con el sol bien alto, llegó el turno de los Swing Timers, grupo que este año cumple su cincuenta aniversario. Mauricio Percán en clarinete, Juan Carlos Cirigliano en piano, el Negro González en contrabajo y Junior Césari en batería fueron los primeros en swinguear sobre el escenario. Un repertorio basado sobre clásicos del estilo le dieron una nota de color al calor mañanero.

“Strutin…”, “Tengo ritmo” y un exquisito “Stardust”, dejaron en evidencia a un grupo que lleva el swing en su sangre.

El cierre de esta jornada fue con Amed, que junto con Claudio Iuliano y Ricardo Ridilenir en guitarras, Fernando Galimany en contrabajo y Mario Gusso en percusión presentaron “Limbo”, un trabajo de tono conceptual, inclinado cada vez más hacia una suerte de folk-jazz . Por ejemplo, la versión de “Amelia”, de Joni Mitchell, llenó el anfiteatro de una vibración de fresca nostalgia. En cambio, "Limbo" y "Epitafio" cobraron dramatismo en la mañana esteña, como si estas composiciones consiguiesen su clímax con las sombras de la noche.

Horas después comenzó la tercera jornada del festival, que tiene como anunciante de lujo al periodista especializado en jazz y otras músicas Ricardo Saltón, que sabe llevar con tono gentil el avance de las presentaciones.

Tras la apertura del cuarteto del bajista uruguayo Popo Romano, con Pablo Soma en flauta, Ignacio Labrada en piano (un jovencísimo músico para tener muy en cuenta) e Ignacio Labrada presentaron una propuesta de sonoridad rioplatense, con evidentes influencias afrouruguayas. En el combo que tiene un sonido clásico llamó la atención la intervención del pianista, de un lenguaje moderno y que propuso los más interesantes pasajes de este primer tramo.

Luego, el trío brasileño del contrabajista Afonso Abreu mostró un plan clásico de jazz sin riesgos, que no logró atraer la atención.

El cierre fue con el Buenos Aires-Nueva York Connection, con Diego Urcola en trompeta, Oscar Feldman en saxo, Darío Eskenazi en piano, Guillermo Delgado en contrabajo y Pipi Piazzolla en batería, desplegando un repertorio basado en composiciones propias de tono baladístico. El sonido de Urcola y de Feldman muestra por qué pueden vivir de la música en la capital del jazz, es decir, Nueva York.

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