La Nación, 10 de agosto de 2003 | Publicado en edición impresa |
Por César Pradines |
Este crecimiento vertical del jazz en la Argentina y en sus zonas de influencia se percibe claramente en un fuerte aumento de los locales que programan el género, más y mejores músicos y una cada vez más importante afluencia de público, un factor imprescindible para que la música sincopada viva este pacífico auge. Es a raíz de este contexto en el que se insertan los festivales de jazz en la región. Por cierto, cada vez son más las ciudades que tienen o buscan tener su muestra artística. Ahora bien, es evidente que los tiempos económicos y el de las empresas tienen distinta velocidad. El productor agroindustrial y organizador del Festival Internacional de Jazz de Lapataia, en Punta del Este, Francisco Yobino, de visita en esta ciudad, afirmó que la novena edición tiene fecha, del 9 al 11 de enero de 2004, y que en principio estarían convocados su director musical, el talentoso Paquito D´Rivera, y el grupo del trompetista argentino, radicado en Nueva York, Diego Urcola, que presentaría su disco en el bucólico paisaje del tambo El Sosiego, nombre comercial de su empresa. La prudencia a la hora de dar nombres es una de las virtudes de Yobino , de ahí un informe tan sucinto. "Estoy poniendo toda mi energía en encontrar apoyo financiero para que la muestra mantenga su continuidad y su nivel", dijo el empresario. En poco tiempo, sólo en ocho ediciones, el festival ganó un lugar en el calendario internacional de jazz, citado continuamente por las dos mejores revistas especializadas, la Jazz Time y la Down Beat. También en ese lapso, Lapataia se convirtió en el mejor festival de América del Sur, superior al Free Jazz Festival, de Río de Janeiro, hoy desaparecido. Sin embargo, todo este reconocimiento no ha conseguido plasmarse en apoyos económicos; más aún, la difícil situación de las aerolíneas comerciales quita apoyo para asumir los costos, muy importantes, de traer músicos al confín del mundo. "Mi actual ocupación está dirigida hacia ese punto", explica Yobino , que tiene el auspicio de la embajada norteamericana en Uruguay, que, a través de su consejera, Jean Manes, le envió una carta en la que se deshace en elogios por el aporte turístico-cultural a la región, cada vez más visitada por el turismo del Primer Mundo gracias a la ventajas que ofrece el tipo de cambio. Un apoyo retórico. "Este es el momento de apoyar el festival", dice este "quijote del jazz", pero las empresas, tanto argentinas como uruguayas, no parecen sintonizar aún con los festivales de jazz como arma de promoción comercial y turística. Pero el ánimo no decae. Anteanoche, una reservada reunión en Notorious juntó a Yobino con los organizadores del festival de Pinamar, Osvaldo Delgado y Rafael Veljanovich. La idea del encuentro fue acercar a algunos músicos que estén en Lapataia a las arenas pinamarenses. Un proyecto razonable en vista de la cercanía de las fechas y de que Pinamar mostró, con tres llenos, su sensibilidad por el género en la primera edición de la muestra, y que bien podría asociarse con Cariló, una zona que muestra, en el jazz, la misma vitalidad que en Buenos Aires. La charla de sondeo tuvo como anfitrión a la música del gran maestro Manolo Juárez, que embelleció el clima con un repertorio que lo revela como un nostálgico de mucha expresividad. Asombró su exquisita versión de un tema de Joe Zawinul convertida en una quieta zamba. Tanto Yobino como el tándem Delgado-Veljanovich mostraron prudencia a la hora de hacer planes, pues se necesitan auspiciantes y una aerolínea para que este plan tenga probabilidades de vida. Más allá de los resultados, el balance ya es favorable, pues comenzó a generarse una corriente de encuentro del que seguramente surgirán, tarde o temprano, exquisitos frutos musicales. |