La Nación, 31 de diciembre de 2005 | Publicado en edición impresa |
Por César Pradines Para LA NACION |
Se va el sol y Francisco Yobino acaba de llegar de Montevideo, con los toms Yamaha. Ni siquiera seis horas de espera en la oficina del importador de baterías le quitan el ánimo. "Creo que todo está funcionando; ya hay ambiente de festival", le dice a este cronista con la vista puesta en la entrada, adornada con banderas de empresas que acompañan la muestra. Líneas de transporte, una fábrica de pastas y una conocida gaseosa poblaron buena parte del camino del restaurante al anfiteatro, que estrena techo nuevo, tras las voladuras que generó el tornado a fines de agosto último. El productor contó que en aquellos días él y sus hijos Françoise, Felipe y Francisco debieron decidir si seguían o no. La familia dijo que sí y aquí están todos trabajando en la organización de un festival al que siempre, al parecer, le falta algún detalle por hacer. En las oficinas del tambo, Mirta, Carolina y Sonia reciben más de 200 consultas diarias sobre el precio de las entradas, qué días son los del festival, qué pasa si llueve, si hay animales sueltos o, incluso, si actuará Charlie Parker. Serán cinco noches, de miércoles a domingo, en las que el jazz se pondrá su mejor traje, el de calidad, talento y elegancia. En la caminata por el tambo, Yobino confiesa que cada muestra es un mundo en sí y que si bien no quiere pecar de optimista ya piensa en 2007. "No sé si lo haremos, pero ganas no me faltan", señaló y el margen de incertidumbre tiene que ver con cuestiones financieras que lo ubican en una situación muy comprometida respecto del campo. "Se puede perder", confiesa este productor de dulce de leche que logró imponer un estilo de producto basado en la excelencia y en la elaboración natural. Tranqueras abiertas todo el año y un ambiente bucólico no pueden generar una mejor energía para estos días de intensa actividad en que esta producción agropecuaria se convierte en el centro del jazz en América latina; con una organización que superó los 200.000 dólares y que tiene un criterio de calidad que la ubica como uno de los festivales recomendados por las revistas especializadas Jazziz y Downbeat. Es un trabajo que le insume a Yobino todo el año. Va y viene, con tres celulares con los que habla con el presidente de una tarjeta de crédito, el cónsul argentino en Uruguay y con el manager del grupo de Jason y Delfeayo Marsalis; este último le cuenta que el contrabajista no encuentra el estuche del contrabajo y entonces no lo quiere traer. "Que lo busque debajo de la cama", dice Yobino y corta. Sonríe. En muchos casos, da la sensación de que disfruta de los obstáculos, a los que no ve como tales, sino como pruebas que debe superar. Entramos en el restaurante, se sienta a cenar con una familia amiga que incluye a la modelo Claudia Sánchez, aquella que con el Nono Pugliese paseaban por el mundo fumando LM y marcando un nivel. Se distiende mientras el Tambo Trío hace una versión impecable de "Lover Man".
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