Ir al Sitio Oficial del Festival Internacional de Jazz de Punta del Este.
Vida Cultural | Busqueda 13 de Enero de 2000
Jazz en el tambo “El Sosiego”, año 2000
Estuvo bárbaro, pero queremos más, mucho más
Por: Eduardo Alvariza

 

 
  Micke Breker

La quinta edición del Festival Internacional de Jazz de Punta del Este será recordado como la primera del 2000, la de las cuatro noches estrelladas y sin viento, la de Phil Woods, Benny Golson y Búster Williams, la que llevó mas gente, la del verano en que Dieguito Maradona casi se pasa para el otro lado, la que abuchearon a Menem, la de aquella promotora de Coca-Cola y, por supuesto la del ultracaliente concierto del saxo tenor Micheal Brecker y Joe Calderazzo, a quien le sangraron los dedos por jugarse la vida en el piano. No vibraba ningún pasto ni volaba una sola hoja de los árboles y todas las estrellas estaban encendidas, arriba y abajo. Así fue la noche del jueves 6, la jornada más espectacular e intensa del festival, desbordada de público y con una empatía que sucede pocas veces entre quienes están sobre el escenario y quienes ocupan la platea. La tarde ya había largado de un modo especial con el cuarteto formado por el trompetista Diego Urcola, el pianista Darío Eskenazi, el bajo eléctrico Federico Righi y el baterista Osvaldo Fattoruso (dos argentinos y dos uruguayos, para no herir susceptibilidades, ¿viste?), mas la presencia del saxofonista alto cordobés Oscar Feldman, sonando con todo. Cuando Paquito D'Rivera anunció que entre el público se encotraba Carlos Menem, la gente respondió con una cerrada silbatina. Los periodistas argentinos temían que la presencia del ex mandatario fuera una mufa, pero nadie se acordó del mencionado señor después de ingresar al escenario el quinteto de Phil Woods. El sonido depurado de la banda, el exacto ensamble entre saxo alto y trompeta, el gusto y la clase de Woods (que ya no sopla como antes y debe sentarse para descansar, pero… ¡qué sonido!) y la energía de Brian Lynch, confluyeron para alcanzar un recital estupendo. El cierre de la noche de Reyes estuvo en los pulmones de Michael Brecker, un hombre que salió a matar de entrada y mató. Brecker, en su primer solo marcó un ritmo demencial que obligó al pianista Joe Calderazo, al contrabajista James Genus y al baterista Jeff Watts a seguirle la marcha sin otro remedio. El saxofonista, un tipo alto y joven, sopló con una fuerza que nadie hasta ahora había conseguido en ninguna de las ediciones del festival (y eso que por la mañana había acusado una contractura), pero el swing, la entrega y la creatividad de Calderazzo fueron fundamentales, sobre todo en la versión de “Round Midnight”, donde las teclas se tiñeron literalmente de rojo debido a una herida en la mano derecha. No está escrito lo que metió este joven y petiso pianista, algo que sólo puede corroborar quien tuvo la suerte de haber presenciado el concierto, de esos que muy pocas veces se repiten y abundan los alaridos de reconocimiento. El cuarteto de Brecker se llevó, indiscutiblemente, la Ubre Lapataia a la Energía. Fue aplaudido pero no pareció causar mayor impacto en el público el trío del contrabajista Búster Williams, el pianista Billy Childs y el baterista Carl Allen. Según parece el propio Williams prohibió a los fotógrafos tomar fotos en el escenario, y la medida no cayo muy bien a algunos. “Vino en pose de estrella”, comentó el trompetista argentino Diego Urcola, “y yo en Nueva Cork lo he visto tocar en agujeros”. De todos modos el concierto del sábado 8 fue de alto nivel, porque Williams tiene un sonido único –le basta pulsar una cuerda para crear música- y porque Childs y Allen saben de qué hablan. Otro grupo que sonó justo, perfecto, fue el sexteto del trompetista Terence Blanchard, con Childs como pianista invitado (Edgard Simon no pudo venir a Punta del Este porque su esposa acababa de tener familia). Junto al líder sobresalieron los veinteañeros Aaron Fletcher (saxo alto) y Brice Winston (saxo tenor), y el baterista Eric Harland, cuyo solo fue original a rabiar y alejado de cualquier monotonía. Por alguna razón –quizá porque esperaba mayor calor de parte del público- Blanchard pareció retirarse del escenario poco satisfecho con lo realizado por su banda el viernes 7. Pasadas las dos de la madruga y ahora en espacio íntimo del restaurante de Lapataia, los músicos tomaron desquite y ofrecieron ante la mirada extasiada de una docena de comensales una hora de música sin ningún tipo de amplificación y con largos solos. El sonido natural llenó las copas, planeó sobre los platos, pasó entre los tenedores, ocasionado vientito y acarició los filos de los cuchillos y la madera de los techos. Fue por si algo faltaba, el jazz en su sitio natural. Quien anduvo repartido durante los cuatro días fue Paquito D'Rivera, director musical del festival y, a esta altura casi un dueño de casa. Homenajeó con su banda y desde los sonidos y arreglos latinos al gran Duke Ellington el miércoles 5 (estupenda versión apiazzollada de “Caravan”) tocó alguna vez con el grupo telonero Jazz del Tambo, fue presentador de los artistas y pidió ayuda económica para financiar estos maravillosos conciertos al aire libre. Coño, ohalá te hagan caso . El viernes la gente aún recordaba el destape nuclear ocasionado por Brecker y su ejército, pero tres chicas bonitas y talentosas (la pianista canadiense Renée Cosnes, la violinista Regina Carter –que no tocó demasiado- y la baterista Terri Lyne Carrington) junto al cara loca John Patitucci en contrabajo (que sufrió el acoso de los mosquitos y otros insectos que le giraban alrededor) lograron por momentos y con algunos temas lejanos al jazz, olvidar la épica noche anterior. La misma y sólida base rítmica, con Rosnes nuevamente descollando en las teclas, acompaño al gran saxofonista tenor Benny Golson el sábado, en el cierre del festival. El abuelo de 70 años, vestido con una remera violeta y pantalones grises, ejecutó algunas de sus perlas como “I Remember Clifford” y “Stablemataes”, sopló como un zorro viejo y permaneció todo el concierto de pié para demostrar que todavía tiene resto. Que otros soplan fuerte y rápido; el tiene su sonido. Hay gente que no ha tomado conciencia aún sobre el tema, pero cuando Golson ya no esté entre nosotros y pase a integrar el selecto grupo de Parker, Coltrane, Davis, Mingus y Monk, dirán de golpe: “Yo lo ví en Lapatia una noche calurosa del año 2000. Lo recuerdo, él parado al lado del piano, con el saxo bajo el brazo, ¡qué maravilla!, bla, bla…”. En cambio, sí tuvieron conciencia de la estatura de Golson y su lugar en la historia del Jazz el propio Paquiato, el acordeonista Eddie Monteiro, el trompetista “Bachicha” Lencina, Urcola y Feldman, que se salían de las casillas por tocar con el maestro. Y así terminó el festival, con una imponente versión de “Blues MArch” y los músicos rodeando a Golson. Ya se extraña el contrapunto de las ranas cuando el piano y el contrabajo hacen silencio, mirar los discos de salida, el vino y los chorizos debajo del quincho después del concierto incluso la tierra que se nos viene encima y cubre los autos en los caminos serpenteantes que conducen a la civilización, cuando el jazz ya es un recuerdo. Mamá, ¿cuánto falta para enero del 2001?

Cinco minutos con Phil Woods

El señor saxofonista está almorzando con su señora y los músicos de la banda. Alguien que domina el español y conoce la cocina del restaurante, traduce la carta y aconseja: “Ravioli with goat cheese, very good”. En cuanto Phil Woods termina de comer y se levanta, el cronista hasta ese momento agazapado en la mesa vecina, se abalanza sobre la inabordable estrella y le suplica unos minutos. La pequeña charlita que mantiene Woods con Búsqueda llega aderezada con las estruendosas carcajadas del trompetista Brian Lynch, provenientes de la sobremesa vecina. (A Lynch le encantan las bromas: cuando llegó a Lapataia y se encontró con su colega Terence Blanchard, que estaba distraído atendiendo a una persona, intentó cambiarle el estuche –son todos iguales- de la trompeta. Cuando Blanchard se enteró del “cambiazo”, Lynch soltó su estrenduosa carcajada como forma de saludo).

-Ud. Es casi una leyenda viviente del saxo alto…
-Casi… No pienso en esas cosas ni siento un peso particular. Lo único que puedo decir es que llevo muchos años tocando música y que lo paso muy bien haciendo esto. Pero no puedo determinar si soy o no una leyenda del saxo. Eso es para los periodistas. Bueno, al menos resulta agradable que a uno se lo digan, lo reconozco. Además, prefiero ser una leyenda antes que un mito.

-Aparte de Charlie Parker, ¿cuáles son a su criterio los nombres esenciales del saxo alto?
-Bueno, en principio todos somos hijos de “Bird”, pero también hay otros artistas del instrumento como Johnny Hodges y Benny Carter, que trazaron sus propias raíces.

-¿Presta atención a los saxofonistas actuales?
-Sí, claro. Me interesa Vincent Herring, Antonio Hart, pero reconozco que hay muchos y muy buenos.

-¿Qué clase de música escucha en su casa?
-Actualmente Franz Liszt, Francis Poulenc, Erik Satie. Jazz también escucho, sobre todo los clásicos. Bueno si alguien me recomienda algún saxofonista nuevo, me interesa chequearlo.

-¿Cuál es la ventaja de tocar con una sección rítmica como la suya, que lo acompaña desde hace casi 30 años?
-Que no tienes que preocuparte por nada.

-Ud. Conoce cantidad de estándares de jazz y ha dicho que en las giras en su banda ha llegado a tocar un repertorio cercano a las 300 composiciones. ¿Tiene alguna preferida?
-Todos son mis hijos y los quiero mucho.

-Fue sólo una noche, pero Ud. alcanzó a tocar junto a Charlie Parker. ¿Cuál es su recuerdo más vivo de aquel encuentro?
-Miedo.

-Y Parker, ¿qué le dijo?
-“Has tocado bien, muchacho”.

Molestando a Jeff “Tain” Watts

En las artes y el espectáculo muchas veces uno admira a los entrevistados, ocasionando que la babosería se note a la legua: en las preguntas, festejando las respuestas o riendo de los chistes, aunque sean malos. Otras veces, la curiosidad por saber ciertas cosas no anula la admiración, pero puede irritar al entrevistado. El baterista Jeff “Tain” Watts, que fue una maquinaria rítmica incansable en el apoteótico recital de Michael Brecker y se le considera con toda justicia uno de los principales percusionistas actuales, se molestó visiblemente ante una pregunta. Bueno, Jeff, peor es que vuelen las partituras cuando son absolutamente necesarias, o que desafine el contrabajista, o que en el medio de una balada intimista te hayas olvidado las escobillas en casa.

-¿Cuáles son sus bateristas preferidos?
-Elvin Jones, Ed Blackwell, Billy Higgins, Roy Haynes, Art Blakey.

-Hubo un famoso crítico de Jazz que dijo que el problema de los Jazz Messengers era, justamente, Blakey…
-No, hombre Blakey era impresionante.

-Las nuevas generaciones de músicos parecen estar bastante más alejadas del alcohol y las drogas que en los '40 y '50. ¿Es así?
Silencio y cara de que no es tan así.

-Bueno, al menos no consumen heroína.
-La heroína no se llevó a tantos músicos como se dice, con excepción de Billie Holiday y Charle Parker.

-Kenny Kirkland murió hace poco y dijeron que de sobredosis…
-No quiero hablar de eso. Kirkland era una persona muy dulce, un gran músico, no era un adicto.

-O.K. A su juicio, ¿cuáles con los cinco jazzeros vivos más importantes hoy en día?
-Elvin Jones, Waine Shorter… Sonny Rollins, McCoy Tyner y Herbie Hancock.

-¿Y los tres más importantes de la historia del jazz?
-Louis Armstrong, Charlie Parker y John Coltrane, sin lugar a dudas. De todos modos me gustaría aclarar que escucho todo tipo de música: pop, rap, música africana, cubana y en especial a Cachao.

 

Ir al Sitio Oficial del Festival Internacional de Jazz de Punta del Este.