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Revista Noticias | Personajes | 28 Octubre 2009
“Quiero esa magia de los festivales de jazz”
Creó el dulce de leche Lapataia y en 1996 el Festival Internacional de Jazz de Punta del Este, que relanzará en enero en su chacra El Sosiego.

Pablo Hacker

Ave fénix. Las crisis lo obligaron a vender su finca, se volvió a casar, se separó y empezó de nuevo en Punta Ballena.
Su chacra esteña El Sosiego, nueva sede del 14º encuentro jazzístico del próximo enero
Entre grandes. Francisco con Clark Terry, una de las figuras de la primera edición del Festival. Con Paquito D´ Rivera y James Moody, y con Ron Carter.

Francisco Yobino es, a los 70, un hombre que se reinventa. Creador, primero, del exquisito dulce de leche Lapataia, y luego del Festival Internacional de Jazz de Punta del Este, se encarga de destrozar con cada respuesta el preconcepto del empresario que sólo mira el sube y baja del mercado y de su cuenta bancaria. Repite la palabra amor muchas más veces que rentabilidad. Pero no hace alarde de ello. Aclara que su gran error como empresario fue no haber cuidado “la cuenta resultado”.

Con ese descuido logró lo que pocos. Es famoso en el mundo de la música por esas maravillosas noches de calor y jazz al aire libre en Punta Ballena, que organiza cada enero desde 1996. Un festival reconocido como de los más importantes de Latinoamérica por la prensa especializada y por músicos de la talla de Paquito D'Rivera, Roy Haynes, Ron Carter, James Moody o Clark Terry. Y en el mundo empresarial nadie desconoce su aporte al desarrollo del turismo rural con la apertura en 1985 de un tambo que las familias de la ciudad podían visitar para ver cómo se hace el dulce de leche, desde la siembra de la pastura para las vacas, pasando por la crianza de los animales hasta llegar a la producción láctea que deriva en esa dulce perdición de todos los argentinos.

Hoy, dos años y medio después de haberle vendido a la princesa Laetitia D'Arenberg su finca de 35 hectáreas –tambo, restorán, anfiteatro, vacas y know how incluidos–, Yobino está dando las puntadas finales para la apertura del 14° Festival Internacional de Jazz de Punta del Este, a realizarse del 7 al 10 de enero en la chacra El Sosiego de Punta Ballena. Con el agregado de que se hará en un escenario totalmente nuevo y el desafío de mantener la calidad musical y la calidez habituales.

Su acercamiento al jazz fue a los 16 años, cuando a la salida del trabajo sus compañeros lo llevaban a los boliches. Allí escuchó a Astor Piazzolla, Lalo Schifrin, el Gato Barbieri y Jorge Navarro, entre otros. Lo encandiló ese estilo que considera “la suma de todas las buenas músicas”. Sin embargo, lo suyo no era estar arriba de un escenario.

Francisco Yobino: Intenté tocar el piano, pero comprendí que soy de los que están para acompañar desde abajo. El primer antecedente para lo que hago ahora con el festival fue en mi planta de fraccionamiento de azúcar Lapataia, en Banfield, en los años '70, donde armaba “jam sessions” con grandes músicos, rodeados de bolsas de azúcar así como ahora tocan rodeados de vacas. Y los músicos eran un lujo: Hugo Díaz, Domingo Cura, Kelo Palacios, Dino Saluzzi y el “Chango” Farías Gómez.

Noticias: ¿Cuándo se le ocurrió la idea del festival?
Yobino: Alguien dijo que la vida sin música sería un error… La idea nació el 14 de junio de 1988 charlando con unos amigos del diario “El País” de Montevideo, a quienes les pregunté por qué había festivales de jazz en todo el mundo y no en Uruguay. Entre esa pregunta y la primera edición en enero de 1996, me dediqué a asistir a los congresos de jazz de Nueva York y ponerme en contacto con músicos y auspiciantes. Todo con un nivel muy básico de inglés, pero calculo que habré generado alguna simpatía. Jorge Navarro me ayudó en la dirección musical y luego el gran Paquito D'Rivera se hizo cargo en varias ediciones.

Noticias: Este año vuelve el festival, tan esperado por los amantes del jazz. ¿Siente nervios a pesar de los 14 años de experiencia?
Yobino: Como la primera vez. Es un escenario nuevo, un potrero dentro de mi finca, que estoy acondicionando para la ocasión y quiero que aparezca esa magia que caracteriza al festival. Por supuesto, hay muchos riesgos. Pero cuando existen fuertes convicciones, te dan la fuerza necesaria para lograr lo que se quiere. Estoy comenzando de nuevo y sé que puedo cometer errores, pero son necesarios. Es más: te tenés que hacer a base de errores. En cada momento tropiezo y en todas las circunstancias adversas es cuando realmente se tiene que notar la capacidad de seguir.

Noticias: Este año volvió a armar un “line up” de excelencia: Paquito D'Rivera, David Hazeltine, Terri Lyne Carrington…
Yobino: Hace más de un año vengo trabajando para lograr una buena programación, porque coordinar los tiempos de todos los músicos es complicado. Y eso es sólo una parte… Además, estoy haciendo cosas que nunca hice, como mandar mails. Tuve que aprenderlo porque estoy prácticamente solo haciendo el festival.

Noticias: Da la imagen de estar en cada detalle. ¿Es un perfeccionista?
Yobino: Yo estoy siempre buscando la perfección, pero es una búsqueda, nunca se llega.

No es la primera vez que Yobino asume riesgos y se anima a arrancar todo de nuevo. Tuvo que empezar a trabajar a los 16 años, tras la muerte de su padre. Como sostén de su madre y su hermana, entró en la empresa azucarera Roberts para ganarse la vida. A los 22 se independizó y abrió su oficina propia en el centro porteño para representar a la marca en forma autónoma. Se casó y tuvo dos hijos, que hoy mantienen la marca Lapataia en la Argentina. En 1969 comenzó a vender azúcar y los saquitos para el café (ilustrados con dibujos de Caloi y Carlos Garaycochea) y diez años después ya estaba produciendo dulce de leche. En 1984 se separó y necesitó irse del país para poder seguir adelante. En 1985 se mudó a Punta Ballena, a pocos kilómetros de Punta del Este, donde abrió su propio tambo para seguir produciendo uno de los dulce de leche más prestigiosos del mercado. Y fue entonces cuando se animó a dar un paso impensado: unir la producción láctea con el turismo rural. En 1996 le agregó el tercer ingrediente a su extraña combinación: el Festival de Jazz Internacional de Lapataia, hoy su principal actividad, alejada de la rentabilidad y bien cerca de la pasión que este hombre tiene por el jazz. En el medio tuvo tiempo de casarse con una mendocina –se separó hace dos años– y criar tres hijos más. Sentado en el café La Biela, de Recoleta, recién llegado del Uruguay, muestra el programa que acaba de salir de la imprenta, con ilustración de Menchi Sábat.

Noticias: Parece que siempre encontró el coraje para mezclar las cartas, dar de nuevo y seguir jugando.
Yobino: Hay situaciones, como una separación, que no te permiten evaluar demasiado las consecuencias. Entonces uno quiere arrancar con otra cosa, por más bien que te esté yendo. Por eso me animé a convertir un tambo en un atractivo turístico: algo sin precedentes en la región. Y eso fue lo que causó una explosión en el área turística; después siguió el desarrollo cultural y finalmente nació el festival.

Noticias: La idea era innovadora…
Yobino: En 1985 no había nada igual dentro del inexplorado turismo rural: se podían visitar algunas estancias, comer un asado y andar a caballo, pero nunca un tambo. Además, a la gente se le representaba un lugar con barro, bosta y olor, todo lo contrario de lo que hice yo. En 22 años no cerramos un solo día. Ese era mi grado de compromiso.

Noticias: ¿Tuvo éxito desde el inicio?
Yobino: Costó, pero logré un nombre y mucha calidad. Al principio venía el público argentino de Punta del Este, que representa cierto poder adquisitivo. Ha venido, por ejemplo, Amalita Fortabat y la esposa de Pérez Companc, que tiempo después empezó a promover la leche Jersey para hacer helado y tuvo la idea de invitar a los colegios al tambo.

Noticias: ¿No pensó en cobrarles “regalías”?
Yobino: (Risas) No, no, en absoluto. Yo sólo tenía ideas y me alegra mucho si pude inspirar a alguien. Javier González Fraga vino a verme y un tiempo después en los folletos de La Salamandra reconoce la influencia que Lapataia tuvo en su dulce de leche.

Noticias: No digamos regalías, pero derechos de autor…
Yobino: Soy una persona que tuvo buenas ideas. Pero mi capital es el amor y la convicción en lo que hago. Y por sobre todo me importa ser útil, porque al ser útil a los demás la vida cobra otro sentido. Creo haber sido útil para muchos empresarios.

Noticias: Después de tantos años de esfuerzo, ¿por qué decidió vender Lapataia?
Yobino: Como nunca jamás debí dinero estaba obsesionado con el pasivo generado tras años de crisis. Sufrí la devaluación del real en el '99, la crisis argentina del 2001, el cierre de bancos en Uruguay en el 2002, la caída del turismo y de los sponsors por el atentado del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos. Había que sostener un compromiso con todos los que me ayudaron, y para sostener Lapataia tenía dos caminos: presentarme en convocatoria de acreedores y perjudicarlos, o tomar todos los riesgos, que eran muchos, y tratar de continuar contra viento y marea para conseguir un comprador que me permitiera pagar mi deuda. Yo cumplí ciento por ciento con todos, nada de quitas, como se estila ahora. Eso sí: nunca más volví a probar el dulce de leche.

Noticias: ¿Quedó “hecho” con la venta de la fábrica?
Yobino: No. Voy a tener que trabajar toda la vida. Pero la venta de Lapataia fue la mejor inversión de mi vida, porque la mejor inversión es no deber nada. No hay otra mejor.

Noticias: El dinero no fue su principal motivación.
Yobino:
No, en absoluto. Ahora vivo para el festival de jazz, que no es algo rentable. Y en el futuro quiero seguir probando nuevos proyectos culturales.

Noticias: ¿Qué músico que haya tocado en el festival recuerda con más orgullo?
Yobino: Clark Terry generó una influencia enorme como trompetista, tocó en los inicios del festival y me regaló una trompeta que atesoro. Roy Haynes, baterista que tocó entre otros con Thelonious Monk y Charlie Parker, dijo a la prensa que su lugar preferido es una “farm” en Punta del Este. Cuando leí eso en la revista “Downbeat” se me puso la piel de gallina. Y el contrabajista Ron Carter estaba tan distendido que salió a pasear en ojotas, pantalones cortos y una remera del Barcelona que le regaló Ronaldo. Esas cosas no las olvidaré nunca.

Noticias: ¿Alguna visita que le haya desprestigiado el festival?
Yobino: Bueno, una vez se apareció Carlos Menem, se armó un pequeño revuelo y algunas personas lo silbaron. Entonces Paquito D'Rivera, que además de ser una eminencia del jazz es un cubano que se exilió durante una gira por Europa, aprovechó para decir que ese tipo de protestas en su país no se podían hacer. Estuvo rápido, salvó el mal momento.

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